Mañana viernes, como en los viejos (y buenos) tiempos, he quedado por Barcelona para salir con mis viejos (y buenos) amigos de la uni. Y aunque supongo que al final no estaremos todos los que tendrían que estar, parece que la convocatoria esta teniendo éxito.
Seguro que, como siempre, algún despistado llegará antes de tiempo, unos poquitos serán puntuales y la gran mayoría llegarán con un poco, bastante o mucho retraso. Evidentemente, tampoco faltará la llamadita de rigor de algún rajado de última hora… Entonces, nos desplazaremos todos en manada hacía nuestro templo, contándonos los últimos cotilleos, recordando anécdotas a cual mejor de años pasados o riéndonos o metiéndonos con algún que otro ausente (y presente). El camino se hará más largo de lo esperado: habrá que esperar en más de una ocasión a los rezagados de turno que se lo toman con demasiada calma y al no previsor que siempre ha de sacar dinero en el último instante.
Y entonces sí… llegaremos a la Musiketa, nuestro templo. Un bar de esos tan acogedores que se te quedan los pies pegados en el suelo, que utilizan serrín para evitar que el suelo sea una piscina de alcohol, que de los grifos sale vino de garrafón (verídico), donde todo el mundo juega al kinito o al duro y se conoce todas las canciones de la serie “camarero, camarero…”. Un bar guarro de cojones. Un bar de puta madre, vaya. Nos sentaremos en alguna mesa de las del fondo (que son más grandes) y entonces vendrá a nosotros nuestro Santo Grial particular en forma de kalimotxo o sangre de heavy…
Y a partir de allí el tiempo pasará volando. Risas. Alcohol. Uno que ha salido de trabajar tarde y no ha podido llegar antes. Más alcohol. Alguno que se lo esta pasando de puta madre pero se tiene que ir pronto. Ronda de visitas al lavabo. Camarero, camarerooo… Recogida de moneda entre el serrín. Otra garrafa más de kalimotxo. Risas. Uno que ya para de beber. Otro que no puede para de beber. Primeros mareos. Lavabo. Otra ronda. Más risas. Los más machotes se piden unos chupitos de absenta (o alguna locura parecida)… Más lavabo. Bueno ¿Dónde vamos ahora? Última jarra (que no lo será). Pérdida de la décimo-quinta moneda de la noche jugando al duro. Descojone general (aunque nadie sabe el porqué). ¡Coño! Que cierran… Última ronda pues (esta, por huevos, sí que lo es), últimas risas, últimas visitas al lavabo…
Al salir del local y con las piernas temblorosas nos decidiremos por alguna discoteca. De camino, algunos se perderán, otros cansados pasarán y se irán para casa. Luego, en la disco, poco a poco, los rostros conocidos irán disminuyendo… Al final, los de más aguante también se decidirán por ir a la cama… o al trabajo… con, quizás, la luz del amanecer jodiendoles la vista e incrementando el dolor de cabeza.
Eso sí, seguro que todo habrá valido la pena.
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greenday - good riddance (time of your life)
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